¿Cómo educar el esfuerzo?
Los padres sabemos que nuestros hijos necesitan una educación en la fortaleza de carácter pero no sabemos cómo hacerlo y eso produce en la actualidad una generación de niños y jóvenes incapaces de enfrentarse a los problemas y dificultades diarias. Junto a esto, contemplamos el ambiente exterior que no ayuda tampoco al esfuerzo. Cada vez se inventan aparatos y fórmulas que consiguen que las personas aprendan inglés sin esfuerzo, adelgacen sin esfuerzo, estudien sin esfuerzo. ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? Que cuando no hay más remedio y surge una dificultad, se evita el esfuerzo: si se estropea un aparato, se tira antes que arreglarlo, si se pincha una rueda, se llama a la grúa antes de mancharte las manos con la rueda de recambio, si tienes que tomar apuntes, se los pedimos a un compañero y los fotocopiamos.
Es preciso que las familias sean capaces de inculcar este importante valor que les ayudará a enfrentarse con valentía a los pequeños problemas diarios que nos encontramos en el hogar. No os dejéis llevar por esta peligrosa corriente que nos rodea y empecemos a trabajar hoy mismo con nuestros hijos para hacerlos fuertes y felices.
Y a los padres no nos enseñan cómo educar en la fortaleza a nuestros hijos. Sin embargo sabemos que es muy importante para su personalidad poseer esta virtud que debe ser adquirida en su periodo sensitivo, entre los 7 y los 12 años. Después será todo más difícil y nunca tendremos tanto éxito como a esta edad.
Todo debe empezar por el buen ejemplo que nosotros, los padres, debemos dar. No podemos transmitir un valor sin poseerlo. Los niños se dan cuenta de todo y lo que los padres cuentan en casa con respecto al trabajo queda completamente clasificado y archivado en sus mentes. Aprecian el esfuerzo que ponemos en las cosas porque es la base para conseguir que ellos también se esfuercen.
Otro ejemplo claro que les puede ayudar a nuestros hijos es el esfuerzo que ponemos en ayudarles. A los hijos hay que dedicarles tiempo. A cada uno el tiempo que necesite. Deben ver que nos preocupamos por ellos, que dejamos de leer el periódico para escucharles y atenderles, que anulamos nuestro rato de descanso para ayudarles a ellos. Nuestros hijos tienen un disco duro muy grande donde van almacenando datos sin darse cuenta y eso les da energías a ellos para luchar y esforzarse, como han visto en nosotros.
¿Cuál debe ser nuestra actitud con nuestros hijos para conseguir que se esfuercen?
Esta actitud nuestra es la clave para conseguir el éxito en el futuro de nuestros hijos. Sabemos que ellos van a encontrarse con muchas dificultades en la vida, lo que hagamos por nuestros hijos ahora es lo que va a proporcionarles esa energía interior que necesitarán para enfrentarse a ellas con éxito.
No podemos caer en el gravísimo error de tantos padres que solucionan los problemas de los hijos en lugar de ayudarles a que los resuelvan ellos mismos. Tenemos que darnos cuenta de que no es este nuestro papel. Estamos impidiendo que nuestros hijos aprendan a poner esfuerzo para superar esas barreras. Estamos creando niños blandos, excesivamente protegidos, cobardes, sin seguridad en si mismos, sin fuerza de voluntad.
Tampoco podemos ser aquellos padres que no quieren plantear en su familias situaciones de esfuerzo por no crear dentro de ella una situación más tensa. Estos padres permisivos que piensan en ir tapando los problemas y esquivarlos consiguen a corto plazo su objetivo pero hemos de tener en cuenta que los hijos en esta familia no se han entrenado en la importante tarea del esfuerzo de la vida cotidiana y si no se han esforzado en las cosas pequeñas del día a día, cuando sean mayores no lo harán en asuntos más importantes.
Más grave todavía es la actitud de las familias que piensan que lo mejor es que cada uno haga lo que mejor le parece. Son padres indiferentes que por miedo a irritar a sus hijos o desestabilizarlos, actúan de esta forma. Es comprensible que los hijos educados de esta forma llegan a una situación de hastío y de pasotismo absoluto. Huyen de todo aquello que pueda resultar incomodo y que precise de un esfuerzo.
Podríamos seguir describiendo otro tipo de familias como los que ven necesario el educarles en el esfuerzo pero a la hora de la verdad lo evitan porque realmente no están dispuestos a pasar por situaciones de este tipo. O las familias que se dejan llevar por las modas o corrientes más que por motivos internos, pese a que se dan cuenta de que estos son los verdaderos valores por los que vale la pena esforzarse.
Y llegamos a una de las claves de este artículo. A la pregunta de cómo ayudar a nuestros hijos, que nos hemos hecho al inicio, pienso que una respuesta clave es que:
deben estar convencidos de que vale la pena ese esfuerzo.
Cuando los padres nos creemos esta realidad y la comprendemos, se nos abre un horizonte amplio. No se trata de imponerles un esfuerzo, no consiste en crear automatismos para conseguirlo. En el esfuerzo que nuestros hijos van a realizar interviene la voluntad para querer hacerlo, la inteligencia para descubrir ese valor, aceptarlo, preferirlo, comprometerse con él y el esfuerzo para organizar la vida con respecto a ese valor. Es, por tanto, querer. Y no lo van a querer si no descubren que vale la pena. Si realmente vale la pena, pondrá todo su esfuerzo en conseguirlo.
¿Dónde podemos ayudarles? Pues precisamente ahí, en darle sentido a su esfuerzo. Desde pequeños deben ir descubriendo para qué se esfuerzan. Cuando son muy pequeños los motivos serán más sencillos pero poco a poco, conforme se van haciendo más mayores, podemos mostrarles a fondo los valores por los que vale la pena luchar. Podemos motivarles, facilitarles ocasiones para superar dificultades razonables a su edad. Eso les ayuda a entrenarse y a habituarse a este tipo de situaciones. El niño necesita descubrir que los problemas que van surgiendo en su vida, debe superarlos él.
No debemos olvidar que en el proceso de interiorización de un valor hay muchos pasos como ya hemos descrito antes. Sin embargo, puede ocurrir que se produzca un salto del impulso a la acción. Es importante que entre el impulso y la acción haya una toma de decisión por parte del niño. En esto, los padres podemos ayudar bastante enseñando al niño a tomar decisiones y a realizar lo decidido desde la infancia, por lo menos a partir de los 8 años. Evitamos, de esta forma que las acciones de los niños sean simplementeimpulsivas. Para eso necesitamos armarnos de mucha PACIENCIA y ayudarles a saber superar dificultades como son la fatiga, los caprichos, la falta de constancia, la concentración, pequeños hundimientos.
Aunque lo he mencionado de pasada, hemos de tener claro que otra forma de ayudarles es tener en cuenta su edad y sus posibilidades para no plantearles metas que no sean accesibles para ellos. Deben ser capaces de superar las dificultades con esfuerzo. Lo que también queda claro es que necesitarán poner más esfuerzo cuanto más débiles sean las capacidades de nuestros hijos.
Cuando hablamos de dificultades, no estoy refiriéndome a las dificultades que nos encontramos los adultos. Me refiero a otro tipo de problemas más pequeños como son el esfuerzo por terminar los deberes aunque estoy cansado, no sentarme en el sillón verde aunque sé que es el mío porque otro hermano está sentado en él, el terminar una tarea aunque no tenga ganas de hacerla en ese momento porque me he comprometido a cumplir un horario, el no desanimarme en un juego aunque haya cometido un error y volverlo a intentar, etc.
¿Has intentado darle responsabilidades a tu hijo? Me preguntas cómo puedes ayudarle a tener fortaleza de carácter. Ésta es una buena fórmula. Si pactas con tu hijo el que ayude en casa en algo tan importante como bajar la basura a la calle cada día, estás dándole una responsabilidad. Luego veremos cómo conseguir que este encargo sea algo importante para él y que vale la pena esforzarse por ello. Lo que ahora quiero resaltar es que el niño tendrá que hacer un esfuerzo para cumplir con ese encargo y eso es bueno. Sin embargo, muchos padres no permiten que sus hijos realicen actividades de este tipo porque tienen miedo de que no lo acepten bien, que no sean capaces de hacerlo, o cualquier otra razón. Lo que está ocurriendo en realidad es que les estamos privando de una oportunidad muy grande para ejercitar su fuerza de voluntad. No pasa nada si ese día tiene sueño, o tiene prisa porque ha de salir a una fiesta, o está estropeado el ascensor. Esas son las dificultades que se encontrará en la vida y hay que irle preparando para ella. Es el momento de ayudarles a ver lo importante que es cumplir con tu obligación. No un día sino cada día. Puede ser muy bonito haber llegado al acuerdo con él de cumplir con ese encargo. Pero lo verdaderamente importante es cumplirlo con constancia: con ascensor o sin él, estés cansado o no. Este es el verdadero entrenamiento que necesitan nuestros hijos. Felicítale cuando lo haya hecho en un momento de dificultad. Esto le motivará a seguir esforzándose y a darse cuenta de que esas cosas pequeñas valen la pena.
Si cedes porque te da pena, porque te convence para no hacerlo, porque no le das tu la importancia que tiene, porque se enfada y no quiere hacerlo, entonces no estás ayudando a tu hijo en ese día a día. Ten paciencia. No cedas. Se valiente y di que no. Tu hijo necesita ver esta seguridad tuya para valorar más lo que está haciendo. Piensa en su futuro, en las posibles dificultades que se encontrará y te animará a ser fuerte y no ceder.
Dos casos interesantes:
Juan, el niño deportista.
Los padres de Juan no podían entender cual es la razón por la que siendo su hijo tan inteligente, no era capaz de hacer sus tareas en casa. Tiene doce años y es un gran deportista, sin embargo arrastraba serios problemas desde su infancia para aprender a leer. Al observar su falta de interés por sus tareas le reprendían con frecuencia diciéndole que debía poner más empeño porque si no, no pasaría curso. Para que se lo tomara en serio le dijeron que no le dejarían participar en ninguna actividad deportiva extraescolar si no mejoraban las notas.
Aunque había buena intención por parte de los padres al decirle que pusiera más empeño, se equivocaron al prever la respuesta de Juan. Muchos chicos no interpretan bien estas palabras “de ayuda” y piensan que son acusaciones y juicios en contra suya con lo que el efecto es el contrario al esperado ya que aumenta su frustración en la escuela en lugar de aumentar la motivación para superar la dificultad.
Qué diferente reacción encontraremos en Juan si sus padres son capaces de motivarle de forma positiva para conseguir un esfuerzo por su parte y no un rechazo. Quizá a Juan le irá bien reconocer que tiene esta dificultad pero que tiene otras cualidades, en este caso el deporte, y que debe ser capaz de mejorar poco a poco en sus tareas para poder dedicarse en serio a su deporte favorito.
Ana, una niña muy tímida.
Es una tímida niña de ocho años. Sus padres solían recordarle que debía saludar a los amigos de la familia cuando se encontraran. Ella sin embargo se escondía detrás de la madre en estas situaciones. Los padres no podían explicarse por qué se mostraba tan tímida y tan nerviosa en presencia de otras personas. Ellos eran padres cariñosos. Le dijeron a la niña que si no quería saludar, las demás personas no querrían estar con ella. Lo único que consiguieron en las mejores situaciones es que bajara la cabeza y dijera un tímido “Hola”.
Para conseguir que fuera más extrovertida, los padres se equivocaron al no pensar que la timidez de la niña se debía a un rasgo temperamental innato y que, por lo tanto no iba a superar simplemente con pedir que le saludaran los demás. Lo único que pueden conseguir insistiendo en que salude es crear una ansiedad mayor.
Si los padres fueran capaces de hacer ver a Ana la dificultad que tiene y le animan poco a poco a cambiar de actitud, enfatizando otras cualidades personales que le proporcionen una cierta autoestima y a la vez ayudándole poco a poco a perder esa timidez. No le hemos juzgado sino que le estamos apoyando y eso lo agradece y le permite esforzarse en superar la dificultad.
Tipos de esfuerzo y su motivación
Cuando hablamos de esfuerzo nos podemos referir básicamente a tres tipos. Se distinguen según el tipo de dificultad que se van a encontrar y el tipo de fuerza que han de realizar.
El esfuerzo muscular es el que desarrollan con su cuerpo. Cuando nos llevamos a nuestros hijos a caminar por el monte, estamos haciendo un esfuerzo muscular. Es importante este tipo de esfuerzo pero algunos padres piensan que éste es el único aspecto que hay que tocar con respecto a la formación de un carácter fuerte.
El esfuerzo intelectual es el que realizan nuestros hijos cuando deben solucionar un problema matemático complicado. La dificultad no es la de mantenerse en la silla un buen rato sino a enfrentarse a una incógnita que ha de resolver utilizando sus conocimientos. Sí le explicamos cómo se hace, no se esforzará nunca. Le podemos ayudar refrescándole conocimientos pero no podemos hacer con él el problema.
Por último, está el esfuerzo moral. El más importante en cuanto a su calidad. Se trata de ser capaz, por ejemplo de estudiar cinco horas diarias , o levantarse habitualmente a las seis de la mañana. La dificultad está en el examen que tiene a final de curso y el esfuerzo está en sacar de donde sea horas de estudio para poder sacar adelante ese examen.
Como podemos comprobar, todos esos esfuerzos son necesarios. Y soy de la opinión de que si uno es capaz de realizar esfuerzos físicos, serás capaz de realizar también esfuerzos morales. Aunque tengan dificultades distintas, en todos hay que aplicarles la misma fórmula: esfuerzo, constancia, tenacidad.
Cómo es un niño con fortaleza de carácter
Se trata ahora de describir con detalle el perfil de un hijo con esa fortaleza de carácter. Posiblemente no tenga todas las cualidades que especificamos aquí, pero es como un objetivo que nos marcamos los padres para saber qué es lo que queremos a la hora de formar a nuestros hijos en la virtud del esfuerzo.
1. Se sienten especial y apreciado
Hemos de tener en cuenta que este chicos ha recibido de sus padres una confianza ilimitada. Sienten que sus padres les dedican tiempo y que no solo creen en el sino que le quieren, demostrándoselo de mil maneras y eso le hace sentirse especial y apreciado.
2. Ha aprendido a establecer metas realistas para si mismo.
El niño que estamos describiendo es realista, sabe qué puntos fuertes tiene y conoce sus limitaciones. Por eso es capaz de marcarse metas completamente objetivas. Sabe hasta donde puede llegar esforzándose al máximo y no le importa en absoluto que los demás se marquen metas más altas o quizá más bajas.
3. Ha desarrollado la capacidad de resolver problemas y tomar decisiones
Desde muy joven, sus padres han decidido dejar que él fuera el que resolviera sus pequeños problemas diarios en lugar de protegerlo excesivamente. Esto le ha permitido desarrollar una gran capacidad para tomar sus propias decisiones. Aún sabiendo que puede equivocarse en algunas ocasiones.
4. Es capaz de interpretar los errores, las dificultades y los obstáculos como DESAFÍOS a los que se debe enfrentar, más que sucesos estresantes que debe evitar.
Esa capacidad de resolver problemas y de tomar decisiones le lleva, en muchas ocasiones, a equivocarse, a encontrarse con grandes dificultades con las que debe enfrentarse él solo, sin la intervención de sus padres. Sin embargo eso no le da miedo ni le desanima. Muy al contrario, interpreta esos errores y esas dificultades de forma positiva: como auténticos desafíos a los que se debe enfrentar con esfuerzo y con ilusión. Seguro que detrás hay unos padres o un adulto que le motiva y le hace ver lo importante que es el conseguirlo.
5. Confía en útiles estrategias de superación que le hace crecer en lugar de sentirse derrotado.
Se da cuenta de que el objetivo es arduo pero no huye ante las dificultades que se encuentra y, si en alguna ocasión, no consigue los resultados esperados, no se desanima por eso ya que lo verdaderamente importante es ese esfuerzo por superarse que le ayuda a ser mejor persona, independientemente de haber conseguido el objetivo deseado. Existe, por tanto, un sentimiento optimista de la vida que le hace ver las cosas de forma siempre positiva y prudente.
6. Es consciente de sus puntos débiles y vulnerables pero igualmente reconoce sus puntos fuertes y su talento.
La prudencia de este tipo de personas está muy relacionada con el conocimiento que tienen de sus propios defectos o limitaciones. No son superhéroes sino personas con sus puntos débiles y vulnerables. Saben hasta dónde pueden llegar pero, en lugar de amedrentarse, se apoyan en sus puntos fuertes, que reconocen perfectamente y que, en realidad es lo que les permite tener un gran alto nivel de autoestima.
7. Es capaz de procurarse ayuda adecuada de adultos que pueden ayudarles.
Esa capacidad de enfrentarse a las dificultades por algo que vale la pena, decíamos en su momento que no se contrapone a esa otra capacidad de procurarse ayuda de adultos que pueden ayudarle ya que el proceso de interiorización de un valor tiene diversos pasos en los que interviene la voluntad y la inteligencia. El adulto puede ayudarle a descubrir las distintas posibilidades que tiene a la hora de elegir, siendo siempre él mismo el que decida finalmente. Quizá podemos resumir este aspecto diciendo que la falta de conocimiento es un obstáculo nuevo que no le permite al niño avanzar correctamente y es capaz de resolverlo de la forma más adecuada que es obteniendo, a través del adulto, la información que le falta.
8. Es capaz de definir los aspectos de su vida sobre los que tiene control y de centrar su energía y atención en estos y no en otros factores que no domina.
Aprovecha claramente sus puntos fuertes para mejorar como persona y se apoya en ellos para superar las distintas dificultades que tiene. Tiene claro que para construir, hacen falta herramientas útiles. Sabe en qué cualidades personales se puede apoyar para conseguir ciertos objetivos y rechazará otras herramientas no tan cualificadas para ello.
9. Es emocionalmente sano, equipado para enfrentarse con éxito a los desafíos que se presentan en la vida y de recuperarse de las contrariedades.
Se puede decir, efectivamente, que ha sido educado para poder enfrentarse con éxito a los desafíos que ofrece la vida. Y que, si en algún momento es derrotado por las adversidades, es capaz de recuperarse totalmente, y esto es mucho más importante que el éxito en si mismo.
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